La
ira destruye las relaciones personales:
Uno de los costos más corrientes de la ira,
probablemente el más elevado de todos, es el daño que causa a nuestras
relaciones personales. Curiosamente, las
relaciones que quedan dañadas suelen ser los mejores que tenemos. Muchas
personas creen que la ira la dirigimos principalmente hacia la gente que nos cae
mal. ¡Nada más falso! Varios estudios
recientes, confirman que esto no es cierto. La mayor parte de las veces nos
enfadamos con las personas que mejor conocemos. Entre los blancos más frecuentes de la ira figuran los cónyuges,
los compañeros de trabajo, los hijos y los amigos. Muchas veces la persona que
siente ira le echa la culpa a los demás cuando sus relaciones se vuelven
tensas, se niegan a transigir o limar asperezas cuando surgen desavenencias, no
cargan con la responsabilidad de su ira ni se dan realmente cuenta de los
funestos costos de ésta hasta que no empieza a resquebrajarse alguna de sus
mejores relaciones. En muchos casos, no
se dan cuenta de que por sus sentimientos y arrebatos coléricos están perdiendo
amigos y dejan de influir en la gente hasta que ya es demasiado tarde.
Pensemos
en nuestra propia vida, ¿ha destruido nuestra ira alguna relación importante? ¿Tendemos
a hacer a los demás responsables de la manera como nos sentimos? Si seguimos en
este plan, ¿dónde nos encontraremos de aquí a unos años? Liberarnos de nuestra
ira y ser más transigentes y flexibles con nuestras amistades nos reportará
grades ventajas a largo y corto plazo.
La
ira afecta negativamente a nuestras relaciones laborales:
El trabajo es a menudo muy frustrante, jefes
demasiado exigentes, colegas envidiosos, clientes airados, plazos inflexibles,
injusticias de todo tipo….motivos de sobra para poner a prueba nuestra
paciencia. Pero enfurecernos a causa de nuestras frustraciones puede
frustrarnos aún más. En primer lugar, puede bloquearnos a la hora de abordar
cuestiones importantes y limitar nuestra capacidad para realizar un trabajo de calidad.
Llevarnos
bien con los demás en el trabajo es importante para tener éxito en el trabajo,
tanto incluso como nuestra capacidad
para hacer ese mismo trabajo. A nuestros colegas y superiores les molesta
trabajar con nosotros si mostramos frecuentes estallidos temperamentales. Nos
verán como a un cliente difícil y estarán deseando perdernos de vista cuanto
antes. La incapacidad para dominar la
ira entre los ejecutivos, especialmente en situaciones de presión, figura como
una de las principales causas de los ascensos laborales frustrados, de los despidos y de las “invitaciones”
a pedir la jubilación anticipada.
Saber
controlar nuestras emociones en el trabajo, a pesar de las inevitables frustraciones,
es a menudo crucial para la buena marcha de nuestra vida profesional.
La
ira hace también que desviemos nuestra
energía y atención del trabajo, como? Obsesionándonos con alguna situación “injusta”
o con la idea de vengarnos de un compañero de trabajo o superior; o también
induciéndolos a realizar algún tipo de sabotaje sutil, a negarnos a seguir
directrices sensatas, a dejar que cosas
importantes se vengan abajo o incluso a hacer un esfuerzo descomunal con tal
de destruir el trabajo de otra persona.
No pensemos que obsesionarnos con la “injusticia” de alguna persona, o
vengarnos de ella, nos ayudará a
resolver constructivamente los conflictos o a hacer un trabajo de calidad. El
reaccionar airadamente o “salir huyendo” impulsivamente alentamos a la gente a
suponer que no sabemos dominar las frustraciones y que nos enfadamos apenas las
cosas se complican. Una alternativa más saludable es aprender a dominar nuestra
ira y hacer lo posible por mejorar la situación. Si esto no funciona, podemos
decidir irnos a buscar otro trabajo con
un mejor entorno laboral.
Otra
razón importante para mantener la ira bajo control es porque puede conducir
fácilmente a la agresividad. La ira no conduce automáticamente a la agresión,
pero sí muy a menudo.
Cuando
nuestra ira origina pérdida de relaciones interpersonales importantes, es fácil
que lleguemos a una depresión. La ira y
la depresión nos pueden afligir simultáneamente. Así, podemos echar la culpa a
otras personas o circunstancias y enfadarnos, o autoflagelarnos y caer en
depresión.
Si
no sentimos deprimidos a causa de nuestra ira, podemos romper esta relación
causal esforzándonos por liberarnos de ella y por cambiar las cosas de nuestra
vida que no funcionan. Al igual que ocurre con la depresión, los sentimientos
de culpabilidad y turbación también pueden ser producto de nuestras frecuentes
rabietas. Así, podemos sentirnos tan turbados por algo que hemos dicho o hecho
estando enfadados que nos menospreciamos a nosotros mismos y tratamos de evitar
a las personas con las que estamos irritados.
La
decisión de vivir con menos ira puede ser una de las más importantes que tomemos
en nuestra vida, y tú estás preparado?
Controle su ira antes de que ella lo controle a usted.
Albert Ellis, 2007.
Adaptación: MC Vera M. Instituto Albert Ellis Colombia
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