Es
importante que empecemos por reconocer que las creencias irracionales que desatan gran parte de
nuestras emociones y conductas
autodestructivas incluyen siempre autoexigencias (tengo que, debo, es necesario
que...) Una vez logremos identificarlas, lo siguiente es combatir activamente esas exigencias
absolutistas que nos imponemos y que tantos problemas nos ocasionan.
Para
ello, comenzaremos hablando de la
autoexigencia incondicional, una de las actitudes o filosofías que nos
ayudarán a evitar la perturbación o al menos, a reducir nuestras tendencias
desestabilizadoras. La autoaceptación incondicional consiste en aceptarse (y quizás valorarse
como una persona razonablemente buena) independientemente de la conducta. Es decir,
independientemente de que le salgan a uno las cosas bien o que se gane la aprobación de los demás. Eso
no quita que no juzgue lo que hace y como lo hace, porque necesita vivir en el
mundo y llevarse bien con los demás. También es posible que uno se marque metas
muy altas sobre lo que puede hacer, lo que le gustaría hacer y cuanta
aprobación le gustaría recibir de sus familiares y amigos. Sin embargo, en el
caso de la autoaceptación incondicional,
uno preferiría alcanzar estas metas, pero nunca se las impone como una
condición para su bienestar y su aceptación. Además cuando una persona se
acepta incondicionalmente no está evaluando su forma de ser basándose en sus
metas, sino se acepta existencialmente porque así lo elige. Con la
autoaceptación incondicional a uno le debe gustar o no lo que hace y aceptarse
incluso cuando no le guste del todo su forma de pensar, sentir y actuar.
Cómo
conseguir la autoaceptación incondicional?
·
Decida
que es un individuo único, que está vivo y que quiere llevar una vida feliz,
libre de sufrimiento. Esta es la vida
que quiere y que elige.
·
Decida
seguir adelante y llevar una vida feliz, intentando llevar a cabo muchas
actividades (como despertarse en la mañana e ir a trabajar) y convivir
cordialmente con otras personas que le ayudarán a seguir vivo y a llevar una
vida razonablemente feliz.
·
Para
funcionar adecuadamente evalúe las cosas que hace (y no hace), para saber si le
ayudan a seguir adelante con su vida y a ser razonablemente feliz. En caso
afirmativo, las califica de “buenas” y de no ser así las tacha automáticamente
de “malas”. Generalmente también emite juicios de valor sobre las relaciones
que tiene con los demás: si se lleva bien con ellos, son “buenos” y si se
llevan mal, los califica de “malos”.
·
Decida
no dar a su forma de ser, su esencia y su persona una evaluación general. Tenga
en cuenta que a lo largo de la vida los
seres humanos realizamos miles de acciones; algunas buenas, otras malas y otras
ni buenas ni malas. En consecuencia, es muy probable que juzgarnos globalmente
como personas sea inexacto, además de imposible.
·
Cada
uno tenemos una personalidad definida (somos únicos), pero es mejor que
evitemos valorar o juzgar nuestra forma de ser. Todos llevamos a cabo un sinfín
de actividades para conseguir nuestros objetivos de seguir vivos y vivir
felices. Recuerde que no somos lo que hacemos, sino más
bien un proceso cambiante y vivo. Por este motivo es imposible juzgar nuestro
ser con exactitud y rigor.
·
Por
lo general, preferimos evaluar nuestra forma de pensar, sentir y comportarnos a
evaluarnos como personas. Sin embargo, no es fácil hacerlo porque tenemos una
fuerte tendencia a emitir juicios y valoraciones sobre lo que hacemos y lo que
somos, es decir, sobre nuestra forma de ser. Esto es algo que aprendemos de la
sociedad, de nuestra familia, los amigos, profesores , medios de comunicación,
etc. Nuestra tendencia, tanto innata como adquirida, a autoevaluarnos es tan
fuerte que llega un momento en que se convierte en una práctica habitual y
automática. Es importante tratar de hacer el esfuerzo de no juzgarse como
personas aunque nos cueste.
Cuando
se alcanza el estado de autoaceptación incondicional, uno se observa y se dice:
“mi forma de pensar, sentir y comportarme es inadecuado y desestabilizadora,
pero yo, como ser humano, tengo el poder de moldearla y mejorarla. En mis manos
está hacerlo”. Por consiguiente, aceptarnos incondicionalmente nos ayudará a
crecer y madurar, mientras que si nos definimos automáticamente como “malas personas” o “personas poco capaces”
sólo conseguiremos limitar nuestra capacidad de desarrollo.
En
consecuencia, podemos concluir que “Dado que no soy ni “bueno” ni “malo” al
cien por ciento, y dado que tengo control sobre mi conducta, tengo la opción de
aceptarme con mis “buenas” acciones y también con las “malas”. Por lo tanto,
una vez más, puedo prolongar mi vida y colmarla de felicidad. Además, puedo
corregir mis “malas” acciones y aumentar de esta forma las “buenas”, lo cual me
permitirá vivir más alegremente
Sentirme
mejor, estar mejor y seguir mejorando. Albert Ellis, 2001.
Adaptación:
MC Vera M. Instituto Albert Ellis Colombia
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