martes, 15 de octubre de 2013

AUTOACEPTACIÓN INCONDICIONAL



Es importante que empecemos por reconocer que las creencias  irracionales que desatan gran parte de nuestras emociones  y conductas autodestructivas incluyen siempre autoexigencias (tengo que, debo, es necesario que...) Una vez logremos identificarlas, lo siguiente es  combatir activamente esas exigencias absolutistas que nos imponemos y que tantos problemas nos ocasionan.
Para ello, comenzaremos hablando de la  autoexigencia incondicional, una de las actitudes o filosofías que nos ayudarán a evitar la perturbación o al menos, a reducir nuestras tendencias desestabilizadoras. La autoaceptación incondicional  consiste en aceptarse (y quizás valorarse como una persona razonablemente buena) independientemente de la conducta. Es decir, independientemente de que le salgan a uno las cosas bien  o que se gane la aprobación de los demás. Eso no quita que no juzgue lo que hace y como lo hace, porque necesita vivir en el mundo y llevarse bien con los demás. También es posible que uno se marque metas muy altas sobre lo que puede hacer, lo que le gustaría hacer y cuanta aprobación le gustaría recibir de sus familiares y amigos. Sin embargo, en el caso de la autoaceptación incondicional, uno preferiría alcanzar estas metas, pero nunca se las impone como una condición para su bienestar y su aceptación. Además cuando una persona se acepta incondicionalmente no está evaluando su forma de ser basándose en sus metas, sino se acepta existencialmente porque así lo elige. Con la autoaceptación incondicional a uno le debe gustar o no lo que hace y aceptarse incluso cuando no le guste del todo su forma de pensar, sentir y actuar.
Cómo conseguir la autoaceptación incondicional?
·         Decida que es un individuo único, que está vivo y que quiere llevar una vida feliz, libre de  sufrimiento. Esta es la vida que quiere y que elige.
·         Decida seguir adelante y llevar una vida feliz, intentando llevar a cabo muchas actividades (como despertarse en la mañana e ir a trabajar) y convivir cordialmente con otras personas que le ayudarán a seguir vivo y a llevar una vida razonablemente feliz.
·         Para funcionar adecuadamente evalúe las cosas que hace (y no hace), para saber si le ayudan a seguir adelante con su vida y a ser razonablemente feliz. En caso afirmativo, las califica de “buenas” y de no ser así las tacha automáticamente de “malas”. Generalmente también emite juicios de valor sobre las relaciones que tiene con los demás: si se lleva bien con ellos, son “buenos” y si se llevan mal, los califica de “malos”.
·         Decida no dar a su forma de ser, su esencia y su persona una evaluación general. Tenga en cuenta que  a lo largo de la vida los seres humanos realizamos miles de acciones; algunas buenas, otras malas y otras ni buenas ni malas. En consecuencia, es muy probable que juzgarnos globalmente como personas sea inexacto, además de imposible.
·         Cada uno tenemos una personalidad definida (somos únicos), pero es mejor que evitemos valorar o juzgar nuestra forma de ser. Todos llevamos a cabo un sinfín de actividades para conseguir nuestros objetivos de seguir vivos y vivir felices. Recuerde que no somos lo que hacemos, sino más bien un proceso cambiante y vivo. Por este motivo es imposible juzgar nuestro ser con exactitud y rigor.
·         Por lo general, preferimos evaluar nuestra forma de pensar, sentir y comportarnos a evaluarnos como personas. Sin embargo, no es fácil hacerlo porque tenemos una fuerte tendencia a emitir juicios y valoraciones sobre lo que hacemos y lo que somos, es decir, sobre nuestra forma de ser. Esto es algo que aprendemos de la sociedad, de nuestra familia, los amigos, profesores , medios de comunicación, etc. Nuestra tendencia, tanto innata como adquirida, a autoevaluarnos es tan fuerte que llega un momento en que se convierte en una práctica habitual y automática. Es importante tratar de hacer el esfuerzo de no juzgarse como personas aunque nos cueste.
Cuando se alcanza el estado de autoaceptación incondicional, uno se observa y se dice: “mi forma de pensar, sentir y comportarme es inadecuado y desestabilizadora, pero yo, como ser humano, tengo el poder de moldearla y mejorarla. En mis manos está hacerlo”. Por consiguiente, aceptarnos incondicionalmente nos ayudará a crecer y madurar, mientras que si nos definimos automáticamente  como “malas personas” o “personas poco capaces” sólo conseguiremos limitar nuestra capacidad de desarrollo.
En consecuencia, podemos concluir que “Dado que no soy ni “bueno” ni “malo” al cien por ciento, y dado que tengo control sobre mi conducta, tengo la opción de aceptarme con mis “buenas” acciones y también con las “malas”. Por lo tanto, una vez más, puedo prolongar mi vida y colmarla de felicidad. Además, puedo corregir mis “malas” acciones y aumentar de esta forma las “buenas”, lo cual me permitirá vivir más alegremente

Sentirme mejor, estar mejor y seguir mejorando. Albert Ellis, 2001.
Adaptación: MC Vera M. Instituto Albert Ellis Colombia



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