miércoles, 30 de octubre de 2013

LAS 7 DIRECTRICES PARA UNA BUENA RELACIÓN Y COMUNICACIÓN



1.    Acepte a su pareja “tal como es”: No culpe. Acepte que, si mantiene la relación es para encontrarse bien juntos, no para arreglar, reformar o perfeccionar a su pareja. Responsabilícese de sus propios sentimientos. Puede permitirse el influir en su pareja, pero no exigirle que cambie. Y dele también la libertad para que influya en usted. Sí, para que le persuada y le informe.
2.    Manifieste su aprecio con frecuencia: Evite las críticas constantes. Reconozca con frecuencia las cosas buenas de su pareja, aunque sea por pequeñas cosas. Encuentre, descubra  o incluso cree cosas que valora realmente en su pareja y hágalo saber. La sinceridad y la honestidad son muy importantes aquí. Evite una relación de tipo “asesino”, criticando frecuentemente a su pareja.
3.    Comuníquese desde la integridad: Sea honesto respecto a las creencias y las evidencias que estén en desacuerdo con sus propios puntos de vista de lo que está sucediendo. Cuando su pareja tenga razón, admítalo. Sea sincero, pero con tacto. Acepte la existencia de diferentes percepciones de una misma cosa. Establezcan el acuerdo de no castigarse uno al otro y háganlo honestamente. Acuerden que ambos van a ser honestos y que van a creer en la honestidad del otro.
4.    Comparta y explore las diferencias con su pareja:  Explore los desacuerdos con su pareja con el fin de ir hacia un acuerdo en el que salgan ganando los dos, de alcanzar una resolución  que acepte parte de los dos puntos de vista o con el fin de estar de acuerdo en el desacuerdo. Además, este dispuesto a llegar a un arreglo, sin hacerle creer que está de acuerdo cuando, en realidad, no lo está.
5.    Apoye los objetivos de su pareja: No renuncie a su propia integridad ni a sus puntos de vista o deseos importantes, pero vaya hasta donde se lo permita su honestidad para apoyar a su pareja, aun cuando usted esté claramente en desacuerdo.
6.    Concédale a su pareja el derecho a equivocarse: Respete el derecho de ambos a ser una persona falible (su inalienable derecho a cometer errores y a aprender de sus experiencias y errores).
7.    Reconsidere sus necesidades como objetivos que puede alcanzar con posterioridad: Esta es una directriz que le va a permitir trabajar adecuadamente con las otras seis directrices. Cuando no consiga lo que quiera o desee, recuerde que no tiene por qué conseguir lo que quiere, ¡ahora o nunca!
Opte por practicar las siete directrices como un compromiso unilateral, haga lo que haga su pareja. Cada vez que las cosas no le salgan bien, intente descubrir dónde se  equivocó. También puede que tenga algo importante que aprender sobre su manera de hablar o de escuchar.


Como mejorar las relaciones íntimas. Albert Ellis & Ted Crawford. 2003

viernes, 25 de octubre de 2013

Reflexión

"LA VIDA ES COMO UN ARCO IRIS, CUANTOS MÁS COLORES VES, MÁS OPORTUNIDADES TIENES". María del Carmen Vera M.

domingo, 20 de octubre de 2013

LOS CELOS

El tema de los celos es una amenaza real o imaginaria a nuestra relación con nuestra pareja por parte de otra persona (rival). Los celos malsanos se han descrito como “una preocupación irracional excesiva por la fidelidad de la pareja y que carece de bases objetivas” (Bishay y otros, 1996, pag9 ). Si padecemos celos malsanos, podemos inferir lo siguiente: que el “abandono” de nuestra pareja es inminente, que nuestra relación está amenazada cuando no es verdad, las conversaciones de nuestra pareja con otra persona son prueba de infidelidad, que ya no tenemos en exclusiva la atención o el amor de nuestra pareja y que nuestra pareja actúa de una manera que viola nuestros “derechos de propiedad”. Los celos se suelen combinar con otras emociones, por ejemplo: ¿y si me deja? Sin ella no podré vivir” (ansiedad); “si se siente atraído por otra mujer es que me encuentra repulsiva” (depresión); “Le romperé  la cara a ese cabrón por intentar quitármela” (ira). Según Hauck (1982), la causa de los celos no es la desconfianza hacia nuestra pareja, sino la falta de confianza en nosotros mismos: nuestra supuesta incapacidad de afrontar y vencer a rivales reales o potenciales porque nos creemos inferiores a ellos (por ejemplo, por no ser tan atractivos o buenos en la cama).
Cuando sufrimos celos malsanos es probable, entre otras cosas, que busquemos constantemente que nuestra pareja nos confirme su amor (de verdad me quieres?), que controlemos su conducta (“Me dijiste que fuiste al bar el viernes por la noche, pero Juan me dijo que no te vio), que busquemos indicios de infidelidad ( revisarle el celular para buscar conversaciones comprometedoras), que limitemos sus movimientos (“no quiero que vayas a la fiesta de tu oficina) y que la acusemos continuamente de infidelidad (“no me mientas más, sé que la estás viendo”). El resultado más previsible de esta conducta es conseguir que se aleje de nosotros mismos la persona a la que decimos querer tanto!
En los celos leves o moderados (lo que Ellis  [1996] llama “celos sanos”), también inferimos la existencia de una amenaza para nuestra relación pero la usamos como un estímulo para descubrir que puede funcionar mal en la relación e intentar corregirlo de una manera constructiva (por ejemplo: nuestra pareja está harta de que trabajemos tantas horas y de nuestra escasa actividad sexual, y nos comprometemos a dedicarle más tiempo tanto dentro como fuera de la cama). No exigimos la exclusividad de la atención o el amor de nuestra pareja porque comprendemos que puede ser atractiva para otras personas, sin que ello signifique que acabe en la cama con alguien.
Si la infidelidad ya se ha producido y aún queremos salvar la relación, podemos exponer con firmeza qué cambios esperamos en la conducta de nuestra pareja y las consecuencias de una “recaída”. Si somos rechazados por nuestra pareja, no debemos rechazarnos nosotros mismos a causa de ello porque la evaluación que hagamos de nuestra persona está en nuestras manos, no en la suya (“puede que ya no me quiera, pero aún puedo conseguir una pareja si así lo deseo).
En conclusión es importante identificar si “sufrimos de celos malsanos” y buscar soluciones a esto, de manera tal, que en futuras relaciones de pareja nos ahorraremos mucho “sufrimiento” y orientaremos más nuestra atención a disfrutar de la persona que hemos elegido.

Coaching para vivir. Michael Neenan y Windy Dryden. 2002

Adaptación: MC Vera M. Instituto Albert Ellis Colombia

viernes, 18 de octubre de 2013

10 TIPS PARA UNA BUENA COMUNICACIÓN


1. Evita juzgar

2. Intenta no etiquetar

3. Trata de no asumir una posición acusatoria

4. Recuerda no “sacar el pasado judicial”

5. No compares

6. Evita las amenazas

7. Describe tus emociones en vez de atacar o manipular con ellas

8. Mantén tu lenguaje no verbal abierto y receptivo.

9. Expresa mensajes completos y concisos

10. Verbaliza mensajes claros




martes, 15 de octubre de 2013

AUTOACEPTACIÓN INCONDICIONAL



Es importante que empecemos por reconocer que las creencias  irracionales que desatan gran parte de nuestras emociones  y conductas autodestructivas incluyen siempre autoexigencias (tengo que, debo, es necesario que...) Una vez logremos identificarlas, lo siguiente es  combatir activamente esas exigencias absolutistas que nos imponemos y que tantos problemas nos ocasionan.
Para ello, comenzaremos hablando de la  autoexigencia incondicional, una de las actitudes o filosofías que nos ayudarán a evitar la perturbación o al menos, a reducir nuestras tendencias desestabilizadoras. La autoaceptación incondicional  consiste en aceptarse (y quizás valorarse como una persona razonablemente buena) independientemente de la conducta. Es decir, independientemente de que le salgan a uno las cosas bien  o que se gane la aprobación de los demás. Eso no quita que no juzgue lo que hace y como lo hace, porque necesita vivir en el mundo y llevarse bien con los demás. También es posible que uno se marque metas muy altas sobre lo que puede hacer, lo que le gustaría hacer y cuanta aprobación le gustaría recibir de sus familiares y amigos. Sin embargo, en el caso de la autoaceptación incondicional, uno preferiría alcanzar estas metas, pero nunca se las impone como una condición para su bienestar y su aceptación. Además cuando una persona se acepta incondicionalmente no está evaluando su forma de ser basándose en sus metas, sino se acepta existencialmente porque así lo elige. Con la autoaceptación incondicional a uno le debe gustar o no lo que hace y aceptarse incluso cuando no le guste del todo su forma de pensar, sentir y actuar.
Cómo conseguir la autoaceptación incondicional?
·         Decida que es un individuo único, que está vivo y que quiere llevar una vida feliz, libre de  sufrimiento. Esta es la vida que quiere y que elige.
·         Decida seguir adelante y llevar una vida feliz, intentando llevar a cabo muchas actividades (como despertarse en la mañana e ir a trabajar) y convivir cordialmente con otras personas que le ayudarán a seguir vivo y a llevar una vida razonablemente feliz.
·         Para funcionar adecuadamente evalúe las cosas que hace (y no hace), para saber si le ayudan a seguir adelante con su vida y a ser razonablemente feliz. En caso afirmativo, las califica de “buenas” y de no ser así las tacha automáticamente de “malas”. Generalmente también emite juicios de valor sobre las relaciones que tiene con los demás: si se lleva bien con ellos, son “buenos” y si se llevan mal, los califica de “malos”.
·         Decida no dar a su forma de ser, su esencia y su persona una evaluación general. Tenga en cuenta que  a lo largo de la vida los seres humanos realizamos miles de acciones; algunas buenas, otras malas y otras ni buenas ni malas. En consecuencia, es muy probable que juzgarnos globalmente como personas sea inexacto, además de imposible.
·         Cada uno tenemos una personalidad definida (somos únicos), pero es mejor que evitemos valorar o juzgar nuestra forma de ser. Todos llevamos a cabo un sinfín de actividades para conseguir nuestros objetivos de seguir vivos y vivir felices. Recuerde que no somos lo que hacemos, sino más bien un proceso cambiante y vivo. Por este motivo es imposible juzgar nuestro ser con exactitud y rigor.
·         Por lo general, preferimos evaluar nuestra forma de pensar, sentir y comportarnos a evaluarnos como personas. Sin embargo, no es fácil hacerlo porque tenemos una fuerte tendencia a emitir juicios y valoraciones sobre lo que hacemos y lo que somos, es decir, sobre nuestra forma de ser. Esto es algo que aprendemos de la sociedad, de nuestra familia, los amigos, profesores , medios de comunicación, etc. Nuestra tendencia, tanto innata como adquirida, a autoevaluarnos es tan fuerte que llega un momento en que se convierte en una práctica habitual y automática. Es importante tratar de hacer el esfuerzo de no juzgarse como personas aunque nos cueste.
Cuando se alcanza el estado de autoaceptación incondicional, uno se observa y se dice: “mi forma de pensar, sentir y comportarme es inadecuado y desestabilizadora, pero yo, como ser humano, tengo el poder de moldearla y mejorarla. En mis manos está hacerlo”. Por consiguiente, aceptarnos incondicionalmente nos ayudará a crecer y madurar, mientras que si nos definimos automáticamente  como “malas personas” o “personas poco capaces” sólo conseguiremos limitar nuestra capacidad de desarrollo.
En consecuencia, podemos concluir que “Dado que no soy ni “bueno” ni “malo” al cien por ciento, y dado que tengo control sobre mi conducta, tengo la opción de aceptarme con mis “buenas” acciones y también con las “malas”. Por lo tanto, una vez más, puedo prolongar mi vida y colmarla de felicidad. Además, puedo corregir mis “malas” acciones y aumentar de esta forma las “buenas”, lo cual me permitirá vivir más alegremente

Sentirme mejor, estar mejor y seguir mejorando. Albert Ellis, 2001.
Adaptación: MC Vera M. Instituto Albert Ellis Colombia



jueves, 10 de octubre de 2013

LOS COSTOS DE LA IRA


La ira destruye las relaciones personales:

 Uno de los costos más corrientes de la ira, probablemente el más elevado de todos, es el daño que causa a nuestras relaciones personales.  Curiosamente, las relaciones que quedan dañadas suelen ser los mejores que tenemos. Muchas personas creen que la ira la dirigimos principalmente hacia la gente que nos cae mal. ¡Nada más falso!  Varios estudios recientes, confirman que esto no es cierto. La mayor parte de las veces nos enfadamos con las personas que mejor conocemos. Entre los  blancos más frecuentes de la ira figuran los cónyuges, los compañeros de trabajo, los hijos y los amigos. Muchas veces la persona que siente ira le echa la culpa a los demás cuando sus relaciones se vuelven tensas, se niegan a transigir o limar asperezas cuando surgen desavenencias, no cargan con la responsabilidad de su ira ni se dan realmente cuenta de los funestos costos de ésta hasta que no empieza a resquebrajarse alguna de sus mejores relaciones.  En muchos casos, no se dan cuenta de que por sus sentimientos y arrebatos coléricos están perdiendo amigos y dejan de influir en la gente hasta que ya es demasiado tarde. 
Pensemos en nuestra propia vida, ¿ha destruido nuestra ira alguna relación importante? ¿Tendemos a hacer a los demás responsables de la manera como nos sentimos? Si seguimos en este plan, ¿dónde nos encontraremos de aquí a unos años? Liberarnos de nuestra ira y ser más transigentes y flexibles con nuestras amistades nos reportará grades ventajas a largo y corto plazo.

La ira afecta negativamente a nuestras relaciones laborales:

 El trabajo es a menudo muy frustrante, jefes demasiado exigentes, colegas envidiosos, clientes airados, plazos inflexibles, injusticias de todo tipo….motivos de sobra para poner a prueba nuestra paciencia. Pero enfurecernos a causa de nuestras frustraciones puede frustrarnos aún más. En primer lugar, puede bloquearnos a la hora de abordar cuestiones importantes y limitar nuestra capacidad para realizar un trabajo de calidad.
Llevarnos bien con los demás en el trabajo es importante para tener éxito en el trabajo, tanto incluso como nuestra  capacidad para hacer ese mismo trabajo. A nuestros colegas y superiores les molesta trabajar con nosotros si mostramos frecuentes estallidos temperamentales. Nos verán como a un cliente difícil y estarán deseando perdernos de vista cuanto antes.  La incapacidad para dominar la ira entre los ejecutivos, especialmente en situaciones de presión, figura como una de las principales causas de los ascensos laborales  frustrados, de los despidos y de las “invitaciones” a pedir la jubilación anticipada.
Saber controlar nuestras emociones en el trabajo, a pesar de las inevitables frustraciones, es a menudo crucial para la buena marcha de nuestra vida profesional.
La  ira hace también que desviemos nuestra energía y atención del trabajo, como? Obsesionándonos con alguna situación “injusta” o con la idea de vengarnos de un compañero de trabajo o superior; o también induciéndolos a realizar algún tipo de sabotaje sutil, a negarnos a seguir directrices sensatas, a dejar que  cosas importantes se vengan abajo o incluso a hacer un esfuerzo descomunal con tal de  destruir el trabajo de otra persona. No pensemos que obsesionarnos con la “injusticia” de alguna persona, o vengarnos de  ella, nos ayudará a resolver constructivamente los conflictos o a hacer un trabajo de calidad. El reaccionar airadamente o “salir huyendo” impulsivamente alentamos a la gente a suponer que no sabemos dominar las frustraciones y que nos enfadamos apenas las cosas se complican. Una alternativa más saludable es aprender a dominar nuestra ira y hacer lo posible por mejorar la situación. Si esto no funciona, podemos decidir  irnos a buscar otro trabajo con un mejor entorno laboral.
Otra razón importante para mantener la ira bajo control es porque puede conducir fácilmente a la agresividad. La ira no conduce automáticamente a la agresión, pero sí muy a menudo.
Cuando nuestra ira origina pérdida de relaciones interpersonales importantes, es fácil que lleguemos a una depresión.  La ira y la depresión nos pueden afligir simultáneamente. Así, podemos echar la culpa a otras personas o circunstancias y enfadarnos, o autoflagelarnos y caer en depresión.
Si no sentimos deprimidos a causa de nuestra ira, podemos romper esta relación causal esforzándonos por liberarnos de ella y por cambiar las cosas de nuestra vida que no funcionan. Al igual que ocurre con la depresión, los sentimientos de culpabilidad y turbación también pueden ser producto de nuestras frecuentes rabietas. Así, podemos sentirnos tan turbados por algo que hemos dicho o hecho estando enfadados que nos menospreciamos a nosotros mismos y tratamos de evitar a las personas con las que estamos irritados.

La decisión de vivir con menos ira puede ser una de las más importantes que  tomemos  en nuestra vida, y tú estás preparado?



Controle su ira antes de que ella lo controle a usted. Albert Ellis, 2007.

Adaptación: MC Vera M. Instituto Albert Ellis Colombia

miércoles, 2 de octubre de 2013

PONIENDO EL PASADO DETRÁS DE TI


Bill Borcherdt

1. Lo que es pasado ya está dicho y hecho. Lo que es importante es lo que puedo darle a mi presente y a mi futuro.
2. Es mejor concentrarme en lo que estoy haciendo hoy, en vez de concentrarme en lo que hice o no hice ayer.
3. Es mejor ocuparme en el presente, en lugar de preocuparme acerca del pasado.
4. El pasado no va a ser mejor, ya pasó.
5. Las malas decisiones que se toman en el pasado no tienen por que repetirse en el presente.
6. Porque algo pasó una vez, no significa que tenga que seguir pasando.
7. No puedo reescribir la historia y cambiar las cosas que pasaron.
8. Reclamar por las injusticias del pasado solo lleva a una mala situación a ser peor.
9. Haber sido tratado injustamente, en el pasado es una de las razones importantes, para tratarme a mí mismo justamente en el presente.
10. Ahora que me han enseñado como no se debe tratar a la gente; puedo saber cómo tener un mejor trato con ellos.
11. Puedo usar lo que no me gusto en el pasado para hacerme más fuerte emocionalmente en el presente.
12. El trato de algunas personas hacia mí es como si yo no valiera, pero esto no significa que no valgo. Lo que alguien dice no es automáticamente cierto.
13. Sentir lástima por mí mismo, enojo con los otros, culpa o vergüenza solo me ayuda a mantenerme lejos de la felicidad en el presente y en el futuro.
14. Lo que yo me diga en el presente es mucho más importante que lo que los demás me hayan dicho en el pasado.
15. Las experiencias pasadas no me representan. Solo representan vivencias, que he experimentado pero no me convierten en mejor o peor persona.
16. Mi pasado no es mi enemigo. Mi enemigo es la manera como yo pienso de mi pasado.
17. Lo que me haya pasado es importante, pero más importante es lo que yo decida hacer con eso.
18. Voy a tratar de seguir poniendo mi pasado atrás y cambiando mis pensamientos y sentimientos acerca de eso, pero no voy a lastimarme si en algún momento no lo logro.
19. Vivir bien es la mejor revancha.

Artículo contenido en: Manual práctico Terapia Racional Emotiva Conductual. Leonor lega y Ana Catalina Vargas